La fotógrafa publica “How long is forever”, un viaje onírico a la infancia construida como interpelación y refugio

Doble página de «How long is forever”, de Tatjana Schlör

El álbum familiar, la intimidad y cercanía del mundo de los hijos, el retorno a la propia infancia que puede suponer espiar sus juegos a través del visor de una cámara, es desde Lartigue un motor recurrente de la creación fotográfica. Portadores de instantes de felicidad, pues la desgracia solía estar proscrita de sus páginas, el álbum reafirmaba la voluntad de estabilidad y permanencia de la familia -ser el «garante simbólico de la cohesión de una estirpe», según Joan Fontcuberta- hasta el punto de que su propio reflejo en las imágenes actuaba como un motor, una tracción, en la construcción de su futuro. Como si la familia se dijera a sí misma: «Nuestra memoria será lo que este álbum contenga». Patrimonio y potestad de los adultos, la capacidad generadora de recuerdos ya había sido convertida en un eslogan prodigioso por los psicopublicitarios de Kodak en 1955: «Siempre será tu pequeña porque tú le hiciste una foto». En la familia, el espacio cotidiano es una construcción y una propiedad de los adultos, como muy bien se ocuparían de cuestionar luego, revelando las zonas del conflicto doméstico, fotógrafas tan combativas como Jo Spence o Nan Goldin.

Pero si el álbum de familia clásico, trufado de momentos estelares en la construcción cultural de la familia que solemnizaban las celebraciones (ceremonias, cumpleaños..) a través de fotografías suele tener una narrativa muy convencional, la mirada de un creador contemporáneo sobre su entorno familiar, y singularmente sobre la infancia de sus hijos –desde Sally Mann- nos ha deparado trabajos sobresalientes, ya sea en unos u otros registros, pero -y esto no parece ser casual- a menudo firmados por mujeres como Bertien van Manen.

Tatjana Schlör (Orihuela, España, 1975, aunque con una vida de continuas mudanzas entre Asia, España y Alemania) que estudió Artes Gráficas y Diseño de Moda y se formó fotográficamente en BlankPaper, se suma a esa corriente con un álbum fascinante que, por el tratamiento fotográfico, convierte la infancia de sus hijos en una suerte de viaje onírico que ensalza lo que la infancia tiene de proceso de descubrimiento y de sorpresa, de asombro y juego, de estupefacción y otredad ante el mundo de los adultos, aún incomprensible para ellos, y de refugio y cierta y poética soledad, en su círculo de juegos privados que la cámara espía.

Rostros que emergen del agua, interpelando a la cámara con su maravillosa pureza, dípticos de surreal pero alta carga metafórica, anodinos momentos de playa que el lavado de las blancas imágenes convierte en escenas de una pureza prístina, niñas mirándonos solitarias sentadas tristemente en la escalera o que nos dan cansadamente la espalda, quizá en un rapto de enfado infantil o como si estuvieran ya hartas de nuestra mirada o figuras infantiles presentadas ya sea como muñecas objetualizadas o fantasmagóricamente imprecisas y disueltas a causa del fogonazo de un flash, convierten a “How long is forever”, tercer libro publicado de Debacle Ediciones que dirige Paco Llop, en un trabajo fascinante sí, pero al mismo inquietante, como las desconocidas sombras que, para cualquier adulto, cubren la infancia.

Doble página de «How long is forever”, de Tatjana Schlör
Doble página de «How long is forever”, de Tatjana Schlör
Foto: Tatjana Schlör
Foto: Tatjana Schlör

«Álbum familiar» decimos, como quien nombra una moneda que nos permita transaccionar y entendernos, sí, pero mucho, mucho más que eso, que suena a mero índice o registro de unas banales escenas cotidianas. Al revés: este trabajo, con ecos de Tillmanns o de Sassens, es una verdadera creación autónoma de una fotógrafa que, como no podía ser de otra manera, contempla la infancia con una mirada de adulta: es decir, con la nostalgia y la exaltación de quien ha perdido la suya y regresa a ella ahora, como madre y por intermediación de sus hijos y del poder contra el cronos que tiene la cámara, para recrearla no solo con el anhelo de congelar y preservar la de ellos, ya que quizá no pudo salvar la suya extraviada en una continua mudanza, sino también con la voluntad de «construirla», pues hay en estas imágenes, ya sea por su puesta en escena o por su posterior tratamiento, una construcción fantasmagórica de la infancia, bien para idealizarla o para subrayar lo que la infancia tiene de estupefacción y de sueño temporal mientras la adultez llega. El resultado es hermoso.

Gustavo Puerta subraya que la visión adulta sobre el niño «enfatiza lo que este (todavía) no es y el adulto, sí». Me acuerdo de la cita observando lo que estas imágenes expresan del deseo de construir una ficción que, por su propia autonomía y desapego de la realidad, pueda resistir y preservar mejor los embates del tiempo acentuando lo que el álbum de familia tiene también, al decir de Joan Fontcuberta, de «función balsámica»: un refugio de la memoria que nos ofrezca estabilidad, arraigo y un rincón en el que nunca nos podamos sentir «huérfanos ni abandonados».

Es decir: la voluntad de quien intenta burlar el implacable tiempo con un anhelo de permanencia paradójicamente clavado como un ancla en la inmanencia de su propia descendencia. De eso, de la voluntad de esa adulta, es de lo que en realidad trata este álbum.

Doble página de «How long is forever”, de Tatjana Schlör
Doble página de «How long is forever”, de Tatjana Schlör
Tatjana Schlör: inquietud y bálsamo
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